DESDE LA ETERNIDAD

Se recomienda: leer el texto escuchando con volumen tenue, “historias de amor” de Edgar Oceransky. Música: aquí.

Son las diecinueve horas del 24 de noviembre de un año reciente. Aun la recuerdo. Instintivamente, cada cierta hora. Sus manos, sus abrazos y sus besos sublimes tocan mis sentidos más latentes de mi fatigado corazón y aun lúcido pensamiento que se castiga en lo existencial.

Lidiar entre los reportes del día y saber qué es de ella es relativamente una maratónica tarea de aquellas noches donde sus recuerdos, a través de la música de Oceransky, retumban mi tranquilidad efímera.

A veces pienso que solo la conozco de algún sueño. De un sueño que se pierde inesperadamente. Que sus caricias, bajo la luz tenue de mi habitación, parecen ser, simplemente, fragmentos de un sueño de una brisa pasajera.

Es la historia de dos religiosos que alguna vez compartieron sus cuerpos en la ciudad de los templos, en la ciudad de la nada, en la ciudad donde todo está permitido: sor y padre, o viceversa.

Mientras escribo de ti… y digito “una brisa pasajera”, recordé a mi buen amigo Joeerre. ¡El tiempo hizo su trabajo! Hace tan solo 14 años jugábamos y nos divertíamos haciendo música en su casa ubicada en la tercera cuadra del jirón tres máscaras y en mi guarida de la también tercera cuadra, pero del jirón Asamblea.

Acabo de enviarle un nutrido mensaje, como las porciones que sirven en la conocida “casa del pueblo” del APRA, en la ciudad de Lima.

-          ¡Manolito! Jajajaja ¿Qué es de tu vida, amigo?

Por más que pasen los años, las noches de tocadas, parrandas y el humo de la marihuana están impregnadas en la piel como un tatuaje hecho en la clandestinidad de una noche lluviosa. Esas que salen sin pensarlo, sin permiso, y se dan porque nos apetece, en el momento, en el acto, al instante. Para siempre.

El curita cada noche susurra a los cielos: “quiero estar a tu lado. Sobre todo, cuando la vida se te complique y tus sueños se te agoten. Quiero estar, aunque sea desde la eternidad.

Foto de portada: José Antonio Velarde Díaz.

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