M17
Sé que no te gusta leer lo que escribo, porque no es tu onda momentánea, pero sé que en algún momento de tu vida llegarás a estas líneas. Cuando estuve en la selección de basket de nuestro colegio (salesiano San Juan Bosco), recuerdo que todos nos peleábamos por tener la camiseta número 7, aunque me gustaba también la 6 o la 9.
Pero desde que supe la fecha de tu nacimiento (17/02/09), la 17 se convirtió en mi preferida, y es el número que siempre me acompaña, porque eres tú.
Cuando acabé la secundaria, en el salesiano, me fui resentido, dolido, amargado, por muchas cosas que sucedieron al interior de mi segunda casa. Para ser sincero, hasta hace dos años no quería que estuvieras en el don Bosco. Pero recordé algo que los humanos no podemos cambiar: “nuestra historia viene desde muy lejos”.
Mi vida con el colegio fue muy rara. Llegué en el año 1994, sin pensarlo, de pura casualidad, de champazo. Y a finales del mes de octubre del 2002, podríamos decir que me expulsaron. Pero regresé al año siguiente (algo inusual). Años después comprendí que a la casa de don Bosco, a la casa de los salesianos no se llega solo, se llega porque María Auxiliadora nos trajo. Porque nuestra historia es “una historia que viene desde muy lejos”. Y perdurará en la eternidad.
En 1999, junto a Fernando Quispe, Juan Carlos Mancha, Daniel Cárdenas, Edwin Conza, Carlo André Cornejo, Gari Quispe, Vicente Medina, Billy Meza, Jorge Árcela, Rafael Matalinares, Angelino Illaccanqui (entrenador) y Víctor Chávez (asistente) llegamos a jugar la macro región en Huancavelica, y nuestro sueño de clasificar a la nacional la perdimos con un colegio de Tarma, Junín. Aquella noche, fue uno de los más tristes de mi vida, y de muchos del equipo. A muchos nos costó asimilar la derrota. Lloramos incluso en la “combi” que nos trajo de regrese a Ayacucho, a casa.
Pero desde que te involucraste al equipo salesiano, me llenó de mucha alegría y de nostalgia. Sé muy bien cómo te esfuerzas por mejorar en el basket. Muchas noches en que me dices “papá, vamos a la canchita, quiero corregir algunas técnicas”, y me presto para ser tu “sparring”. Todos esos detalles y muchas cosas más, hacen que aportes a tu equipo y, en conjunto, consiguieron lo que hasta hoy era un imposible para todo equipo escolar de basketball de Ayacucho, jugar una final escolar nacional.
En cada encuentro, en cada partido ganado o perdido, me hacías sentir parte de ti. Y siempre, nunca lo olvides, estaré orgulloso de ti, por tus logros y muchas cosas más. Porque eres tú.
Te quiero. Siempre M17, hasta la eternidad… Mateo Rodrigo.
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