Juegos Bolivarianos y pugilato político



Lo que no se dice sobre los juegos bolivarianos 2025 cancelados en Guayaquil es que el alcalde y la Comisión Organizadora de Ecuador optaron por cancelar dicho evento ya que les era más rentable pagar una multa antes que aventurarse a un proyecto del que no podían asumir dado los plazos para la organización, un contexto de incertidumbre política y la inversión limitada de 24 millones de dólares.

A la fecha, para el tan discutido y enfrentado evento, Ayacucho no tiene un presupuesto asignado, certificado y comprometido específicamente a este tema. Tampoco existe en el gobierno central. Todo siguen en promesas y cartas de compromiso asumidas en el 2022 por el ex presidente Pedro Castillo y la actual reemplazante Dina Boluarte en medio de una precariedad política y la inestabilidad de su posición, es decir igual o peor que el caso Ecuatoriano. 

Así las cosas, ver el enfrentamiento público de las dos máximas autoridades subnacionales de Ayacucho no es más que una pantomima ya que, si hablamos en cifras, para el 2023; el gobierno regional de Ayacucho tiene un presupuesto de 1.4 millones de soles para el mejoramiento de los servicios deportivos en el Estadio Cumaná; presupuesto reducido de los 15 millones iniciales y que ya fue gastado en su totalidad. Es decir, lo que se ve es lo que hay. Por su parte, la municipalidad de Huamanga tiene un programa presupuestal vinculado al tema con 77 mil soles de los cuales, ha ejecutado el 73%; y tres proyectos de mejoramiento de infraestructura en Huamanga que ascienden a 2.8 millones de soles. Esas son las condiciones en las que se da este nuevo deporte político, el pugilato público.

Pero estos enfrentamientos nos evidencian lo que hace años se demanda, la falta de una visión colectiva de la ciudad, del territorio, en la que -sino todos-, la mayoría de los ciudadanos se sientan representados. Tanto el alcalde y el gobernador de turno tienen miradas diferentes e individuales de la ciudad y, en aquellas donde pudieran encontrarse, como el bluff de los “juegos bolivarianos”, priman sus intereses privados. ¿Cuál es la idea de ciudad que demandan las autoridades? ¿Sobre qué bases la construyen?

Imaginen esos estadios con una capacidad mayor a la de su población o la playa artificial construida por el alcalde de Lima, López Aliaga; son infraestructuras que luego de un titular en los medios están abandonas porque no son útiles o porque el mantenimiento es tan costoso que lo mejor es dejarlos a su suerte.

El sueño del ex alcalde Yuri Gutiérrez fue una ciudad con teleféricos, reducir el patrimonio arquitectónico reemplazándolas por una “ciudad digital”; pero fue su sueño personal. Del mismo modo, el sueño del actual alcalde es la de una ciudad cucufata y sumisa de espaldas al potencial arquitectónico que -aún- tenemos. Para el gobernador, la ciudad y los ciudadanos simplemente no existen; lo que existen son un conjunto de grupos económicos interesados en invertir, construir y cobrar por ella; sin pensar en el valor público.

Entonces, ni gobernantes ni gobernados o mas bien gobernantes y gobernados tienden a mentirse mutuamente; a celebrar falacias, a creer que alcalde y gobernador discuten por la trascendencia e importancia de los “Juegos Bolivarianos”. Nada más lejos de la verdad. Mientras la población cree que “a nadad, cualquier cosa es mejor”; ambas autoridades discuten por un interés ulterior, la inversión y lo que hay detrás de ello. Si al alcalde le interesase promover el deporte no hubiera mandado a eliminar -desde la clandestinidad- las ciclovías, sino mas bien promover el rediseño; si el gobernador quisiera de esta ciudad un lugar deportivo, esta debiera reflejarse en el presupuesto destinado a este rubro y su ejecución presupuestal.

Mientras no tengamos una idea colectiva de la ciudad y sus elementos; mientras las autoridades no promuevan esos espacios de diálogo y concertación; mientras no construyamos una identidad; seguiremos viendo estos enfrentamientos e intereses particulares, seguiremos viviendo a merced de los gustos y placeres de quienes ostentan el poder efímero; de aquellos que hablan en nombre de un pueblo, pero que en la práctica les dan la espalda.

Escribe: Lincoln Onofre

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